Hace un año tuve una epifanía a
la que me llevó 28 años llegar: yo podía ser hermosa. Sí, yo. De verdad. Claro
que, en mi pensamiento Pre-Aceptación Corporal, para ser hermosa primero tenía
que alisarme el pelo, aprender a maquillarme, vestirme con mejor ropa y
obviamente, adelgazar unos 25 kg. Pero con fuerza de voluntad y una no tan
pequeña inversión, podía llegar a ser hermosa. Así que me alisé el pelo (una
pesadilla en sí misma de la que ya les contaré en algún momento), hice un curso
de auto-maquillaje con la genial Romy Baldi, me compré algo de ropa y me
inscribí en un programa de un año en Megatlón.
¿Alguna vez fueron al gimnasio?
Yo estuve yendo de tiempo en tiempo desde que era una nena. Me acuerdo de haber
ido a unas clases de danza jazz cuando tenía 6 ó 7 años, y después fueron
clubes del barrio, gimnasios chicos, clases de aerobics, máquinas, personal
trainer, de todo un poco. Lo que nunca nadie pudo lograr fue que me gustara
hacer gimnasia. Ir a hacer ejercicio para mí siempre fue algo penoso que tenía
que soportar para lograr la inalcanzable meta del cuerpo perfecto. No sólo por
la actividad física en sí misma, sino por tener que soportar las miradas de
reojo y muecas de otros socios, de profesores, incluso de recepcionistas, todos
indicándome que estaba en un lugar al que no pertenecía. Desde que me anoté en
Megatlón estuve yendo regularmente por varios meses y nunca dejé de sentirme
fuera de lugar. Para ser honesta, creo que iba más para usar las duchas y el
vestuario tan calefaccionado en invierno que por el ejercicio mismo, jaja. Pero
en todo ese tiempo, nunca dejó de ser una presión, un recordatorio constante de
mi “falta de voluntad”.
Cuando empecé a leer sobre Salud
en Cualquier Tamaño, me crucé con la idea de hacer actividad que fuera adecuada
para cada uno, no sólo en el sentido de límites físicos sino que fuera algo que
te diera alegría hacer y eso mismo fuera lo que te motivara a hacerlo. Al principio
me sonó un poco lejano a mi concepto de “ejercicio saludable” (saludable siendo
equivalente a adelgazante, por supuesto), pero a medida que lo fui pensando,
más me convencí que la idea tenía sus méritos. ¿Qué actividad haría yo si no la
enfocara a través del lente de la pérdida de peso?
Hace años me recomendaron hacer
yoga, y desde entonces la idea quedó latente en mi cabeza. Conocí a muchas
personas que lo practican y siempre tuve la impresión de que mejoró su calidad
de vida. Y como suele pasar en estos
casos, los planetas se alinearon y justo cuando decidí anotarme en algún
estudio de yoga, me enteré de un nuevo curso online que armaron Anna Guest-Jelley
y Vivienne McMaster (a quien ya mencioné en este artículo) llamado Practice:Embodying your curvy + beloved body. Es un curso de cuatro semanas que combina
yoga y autorretratos. Me pareció una manera perfecta de tener una introducción
en lo que se refiere a yoga y al mismo tiempo hacer algo que disfruto, como los
autorretratos. El curso online empieza mañana, asi que estoy a la espera del
primer mail para ver de qué se trata. Más adelante les comentaré cómo va
resultando.
Cuéntenme, ¿qué actividad hacen o harían ustedes por diversión? ¿Alguna
practica yoga y tiene un consejo para una principiante?
-Gi-
Imagen: fuente
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